CAMBIO CLIMÁTICO

Las inundaciones en Rio Grande do Sul evidenciaron la crisis climática

Hace un año, lluvias extremas provocaron la mayor inundación del sur de Brasil, afectando a 2,3 millones de personas. Al combinar cambio climático, ocupación irregular e infraestructura inadecuada, las inundaciones de 2024 alertan sobre la urgencia de una acción global inmediata. Los expertos destacan a la COP30 como un espacio esencial de debate para proponer soluciones y evitar nuevas catástrofes. La reconstrucción exige cambios radicales, advierten.

Imagen de la devastación del barrio Navegantes, en Arroio do Meio – Rio Grande do Sul | Foto: Ricardo Stuckert/PR
Imagen de la devastación del barrio Navegantes, en Arroio do Meio – Rio Grande do Sul | Foto: Ricardo Stuckert/PR

Por Leandro Molina / leandro.molina@presidencia.gov.br

Para estas mismas fechas del año pasado, Rio Grande do Sul vivía días que cambiarían para siempre su historia. Las lluvias que comenzaron a finales de abril de 2024 se transformaron, en pocos días, en el mayor desastre climático registrado en el estado. Tras ocho días de tormentas, el panorama era devastador: ciudades enteras sumergidas, carreteras transformadas en ríos, comunidades aisladas y una cifra de muertos y desaparecidos que no paraba de crecer en cada actualización de la Defensa Civil.

Según los datos, la influencia humana aumentó en un 15 % la intensidad de las lluvias en comparación con su potencial natural. El calentamiento global ha sido señalado como el principal responsable de este fenómeno.

Doce meses después, mientras muchas familias intentan reconstruir sus vidas, expertos advierten que el desastre fue mucho más que un fenómeno climático aislado. La inundación en el sur de Brasil fue un ejemplo cruel de la emergencia climática que el planeta enfrenta, y una advertencia sobre lo que podría suceder si no actuamos ahora.

Las primeras lluvias llegaron el 27 de abril, pero fue a principios de mayo cuando la situación se descontroló por completo. Como las cuencas hidrográficas están interconectadas, el exceso de agua en varios ríos y afluentes desembocó en el lago Guaíba, en Porto Alegre. En la capital del estado, el Guaíba alcanzó los 5,37 metros, inundando barrios enteros y superando el récord histórico de 4,75 metros registrado en la inundación de 1941.

La inundación alcanzó diversas ciudades de la región metropolitana de Porto Alegre, como Eldorado do Sul, Canoas, Nova Santa Rita y São Leopoldo, donde las aguas subieron rápidamente, inundando calles y viviendas. Las familias fueron rescatadas desde los techos por helicópteros de la Defensa Civil y en botes. En las redes sociales se difundieron mundialmente imágenes de personas y animales siendo rescatados en barcas y ancianos cargados en la espalda por soldados de la Fuerza Nacional.

En el Vale do Taquari, una de las zonas más afectadas por la inundación, el río que da nombre a la región subió hasta 30 metros con una velocidad alarmante, arrasando ciudades en cuestión de minutos. Según datos de la Defensa Civil del estado, las cifras revelan la magnitud de la tragedia: 184 muertos, 25 desaparecidos, 478 municipios afectados, aproximadamente 2.400 hogares destruidos, más de 81 mil personas sin hogar y cerca de 2,3 millones de personas afectadas directa o indirectamente por las inundaciones.

Centro de Porto Alegre inundado | Foto: Ricardo Stuckert/PR
Centro de Porto Alegre inundado | Foto: Ricardo Stuckert/PR

Para entender cómo una tormenta se convirtió en desastre, es necesario observar una combinación peligrosa de factores naturales y humanos. Desde el punto de vista meteorológico, expertos explican que el estado fue afectado por un fenómeno llamado “ríos voladores”, que son corrientes de aire cargadas de humedad provenientes de la Amazonia que descargan lluvias concentradas en determinadas regiones.

"No podemos seguir tratando la crisis climática como un problema del futuro. El futuro ya llegó, y está empapado de sangre y lágrimas en Rio Grande do Sul”, lamenta.

Es habitual que estas masas de aire se disipen, pero en mayo del año pasado, una combinación rara de factores hizo que se estancaran sobre Rio Grande do Sul. Un sistema de alta presión en el sureste de Brasil y un frente frío en el sur crearon una especie de corredor que canalizó toda esa humedad hacia el territorio de Rio Grande do Sul.

El climatólogo Francisco Aquino, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), no tiene dudas: “Este fue el mayor desastre por inundación de la historia de Brasil, y está directamente relacionado con el cambio climático”. Explica que los océanos más cálidos, consecuencia del calentamiento global, alteraron los patrones de circulación del aire, creando condiciones ideales para fenómenos extremos. “En cuatro días llovió el equivalente a un tercio de la precipitación anual del estado. Esto no es normal, es una señal evidente de la crisis climática que vivimos”, advierte.

Aquino cita una investigación de ClimaMeter, una plataforma experimental desarrollada por el equipo del laboratorio de ciencias del clima y del medioambiente de la Universidad Paris-Saclay, Francia, basada en el análisis de datos meteorológicos de las últimas cuatro décadas. Según los datos, la influencia humana aumentó en un 15 % la intensidad de las lluvias en comparación con su potencial natural. El calentamiento global ha sido señalado como el principal responsable de este fenómeno.

Tragedia y resistencia en Canoas

Roseli Pereira Dias, asesora de proyectos de Cáritas Brasileña en Rio Grande do Sul — un organismo de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB)—, nunca imaginó que el trabajo humanitario que realizaba para ayudar a víctimas de inundaciones en el Vale do Taquari se convertiría en su propia realidad. En mayo de 2024, las lluvias que devastaron el estado invadieron su casa, en el barrio Rio Branco, en Canoas, dejando marcas profundas —físicas y emocionales.

El 2 de mayo, mientras organizaba canastas básicas para auxiliar a personas sin hogar en ciudades del Vale do Taquari, Roseli y sus colegas interrumpieron el trabajo debido a la intensa lluvia. Al volver a casa, vio las calles de su barrio inundadas. Según ella, las alertas oficiales fueron tardías. “Solo en la madrugada del día 4, carros de sonido avisaron sobre la evacuación, horas después de que barrios vecinos estuvieran sumergidos. La información de la alcaldía era que el dique de contención nos protegería. Muchos lo creyeron y no salieron a tiempo”, recuerda.

Con el agua subiendo rápidamente, Roseli y su esposo improvisaron: empacaron ropa en bolsas de basura, abastecieron el coche en medio de filas kilométricas y abandonaron la casa con sus dos perros. Ella cuenta que, si hubieran esperado más, solo habrían podido salir en bote al día siguiente. Su casa, donde creció y vivía desde hacía décadas, estuvo 33 días inundada, con el agua alcanzando casi los 2 metros.

Al regresar, encontraron no solo barro, sino contaminación por aceite industrial proveniente de tambores de una recicladora vecina, que se esparció por el barrio. Muebles, fotos y libros se convirtieron en montañas de escombros en el Parque Eduardo Gomes —que se transformó en un depósito de memorias destruidas.

El Parque Eduardo Gomes en Canoas fue transformado en un depósito de escombros de la inundación | Foto: Roseli Pereira Dias
El Parque Eduardo Gomes en Canoas fue transformado en un depósito de escombros de la inundación | Foto: Roseli Pereira Dias

Aún sin hogar, Roseli se volcó al trabajo y ayudó a coordinar donaciones de Cáritas, como 30 mil cobijas y agua para 5 mil familias. También movilizó la reconstrucción de 40 casas en comunidades carenciadas. Poco a poco, rehízo su vida. “Solo tenemos lo imprescindible en casa, por miedo de perder todo otra vez”, detalla. Vecinos perdieron familiares debido al estrés posinundación, como un hombre que murió tras trabajar día y noche para reconstruir su casa. “Nuestro barrio aún parece una zona de guerra. Muchas casas siguen vacías”, lamenta Roseli.

Un año después, el trauma psicológico persiste, especialmente entre niños y ancianos que vivieron los momentos más críticos del desastre. En las redes de apoyo psicológico organizadas tras las inundaciones, son comunes los relatos de pesadillas recurrentes y crisis de ansiedad durante tormentas.

El estudio revela que entre el 35 % y el 40 % de los afectados en la región metropolitana se encontraban en áreas con sistemas de protección deficientes, lo que agravó los daños. El cambio climático duplicó la probabilidad de lluvias intensas, con el fenómeno de El Niño agravando aún más el escenario. Las proyecciones indican que las inundaciones extremas en el sur pueden volverse cinco veces más frecuentes.

Para marcar un año desde el desastre, el 3 de mayo, Roseli y residentes de seis barrios de Canoas celebrarán un acto en el Parque Eduardo Gomes, donde montones de escombros simbolizan sus pérdidas. Distribuirán plantones de árboles que representan la resistencia a la crisis climática y leerán una carta en la que exigen a los gobiernos una acción eficaz. “La inundación no fue un accidente. Es el resultado del cambio climático y de la negligencia. Queremos que nuestra ciudad mire hacia delante, pero sin olvidar lo que nos ha pasado”, subrayó.

Con el retroceso de las aguas en Mathias Velho, el barrio más grande de Canoas, las familias contabilizaron pérdidas y las calles fueron tomadas por muebles, colchones, ropa y objetos | Foto: Jodele Molina
Con el retroceso de las aguas en Mathias Velho, el barrio más grande de Canoas, las familias contabilizaron pérdidas y las calles fueron tomadas por muebles, colchones, ropa y objetos | Foto: Jodele Molina

La reconstrucción exige una adaptación urgente

Marcelo Dutra da Silva, profesor de Ecología de la Universidad Federal de Rio Grande (FURG), destaca que las lluvias torrenciales de mayo de 2024, impulsadas por el fenómeno El Niño extremo, contribuyeron al rastro de destrucción. Según el profesor, experto en ecología y cambio climático, el desastre no fue una sorpresa. Subraya que lo que sucedió fue el resultado previsible de décadas de errores en el uso del territorio, sumados a la emergencia climática global.

Dutra describe un panorama contundente: mientras el poder público en el estado flexibilizaba las leyes medioambientales y la ocupación urbana avanzaba sobre áreas de riesgo, la ciencia alertaba sobre los efectos de un planeta 1,4 °C más cálido. “Construimos en zonas de aluvión, deforestamos nacientes y tratamos el drenaje urbano como el patito feo del saneamiento. La cuenta llegó, y el fenómeno de El Niño creó una combinación fatal que descargó lluvias históricas sobre Rio Grande do Sul. Fue como apretar una esponja gigante sobre el estado”, comparó.

El experto señala que la magnitud del desastre fue amplificada por errores humanos. Ciudades como Pelotas, en la zona sur del estado, se expandieron sobre humedales; municipios serranos ocuparon laderas; y Porto Alegre subestimó la necesidad de actualizar sus defensas contra inundaciones, como diques, compuertas y estaciones de bombeo. “El Muro da Mauá, construido en los años 1970, fue hecho para el clima del siglo XX”, observa.

Si en 2024 el enemigo fue el agua, en 2025 será la falta de ella. El fenómeno de La Niña, que se instalará este año, traerá una sequía prolongada al estado. “En los últimos 25 años, el área afectada por la sequía no ha hecho más que aumentar, al igual que las pérdidas en la agricultura. Necesitamos reservas hídricas y políticas a largo plazo”, defiende Dutra. El profesor critica la falta de acción tras desastres anteriores: “Perdimos BRL 30 mil millones en la agricultura debido a las sequías entre 2018 y 2022”, expone.

Marcelo Dutra afirma que la reconstrucción posterior a 2024 es una encrucijada. “No sirve de nada reconstruir puentes y casas en los mismos lugares. Necesitamos planes que consideren los extremos climáticos como regla, no como excepción”. Cita tres prioridades: zonificación de riesgo: prohibir la reconstrucción en áreas vulnerables; infraestructura adaptada: drenaje urbano capaz de soportar lluvias intensas; e integración de saberes: unir universidades, empresas y gobiernos en la búsqueda de soluciones.

Según el experto en ecología, “negar la crisis climática es cavar nuestra propia tumba”. Alerta que la tragedia de 2024 no será la última. Para Dutra, la lección es clara: “en el nuevo normal climático, adaptarse ya no es una elección política, sino la única salida para sobrevivir”. Defiende que la COP30, que se celebrará en Belém do Pará, debe ser un hito en la lucha contra el cambio climático. "No podemos seguir tratando la crisis climática como un problema del futuro. El futuro ya llegó, y está empapado de sangre y lágrimas en Rio Grande do Sul”, lamenta.

Es necesario construir diferente

Ingenieros y urbanistas defienden que, además de reconstruir lo que fue destruido, es imprescindible crear un nuevo modelo de desarrollo para las ciudades, teniendo en cuenta la realidad climática del siglo XXI. Esto implica repensar la ocupación del territorio, crear sistemas de drenaje más eficientes y, sobre todo, respetar los límites de la naturaleza, ya que tragedias como la del sur serán cada vez más frecuentes e intensas.

A lo largo de las últimas décadas, el crecimiento desordenado de las ciudades de Rio Grande do Sul ocupó áreas que deberían haber servido como llanuras de inundación naturales de los ríos. En Porto Alegre, barrios enteros fueron construidos sobre terrenos pantanosos. En el interior, la expansión de monocultivos eliminó bosques ribereños que ayudaban a contener las inundaciones. El geólogo Rualdo Menegat, de la UFRGS, es enfático: “Destruimos los sistemas naturales que nos protegían. Deforestamos laderas, rellenamos humedales y ahora estamos cosechando los frutos de esa irresponsabilidad”.

Menegat afirma que los efectos de la catástrofe aún se sienten un año después. En muchas ciudades, las marcas de las inundaciones aún son visibles en las paredes de los edificios, donde permanecen manchas oscuras que muestran hasta dónde llegó el agua. En las zonas rurales, los productores todavía intentan recuperar suelos devastados por la fuerza del agua.

El geólogo también destaca que la salud pública recibió un duro golpe. En los meses posteriores a las inundaciones, hubo un aumento significativo de casos de leptospirosis, hepatitis A y enfermedades dermatológicas causadas por el contacto con el agua contaminada. Ahora, con la llegada del verano, el estado enfrenta su peor epidemia de dengue, ya que las inundaciones crearon miles de criaderos perfectos para el mosquito Aedes aegypti.

Rualdo Menegat revela que la tragedia de Rio Grande do Sul adquirió una dimensión internacional y se convirtió en un caso de estudio sobre los impactos reales del cambio climático. Para muchos expertos, como él, lo que sucedió en Rio Grande do Sul es una advertencia de lo que podría suceder en otras regiones del planeta si no se toman medidas urgentes. En este contexto, según él, la COP30 —la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático— cobra aún más relevancia.

“La Amazonia como sede del evento no es casual. La selva que cubre gran parte del norte de Brasil desempeña un papel crucial en el equilibrio climático global. De ella parten los llamados ‘ríos voladores’ —las masas de aire húmedo que regulan el clima en gran parte de América del Sur. La deforestación en la Amazonia puede estar detrás tanto de las sequías extremas en la región centro-oeste como de las lluvias torrenciales en el sur”, ejemplifica.

Empresario de Encantado relata pérdidas de BRL 2 millones tras inundación

Kelvin Simonis, dueño de una serrería en el distrito industrial de Encantado, en el Vale do Taquari, nunca imaginó que vería su empresa sumergida bajo dos metros de agua. Las inundaciones récord de septiembre de 2023 y mayo de 2024 devastaron máquinas, inventarios y parte de la infraestructura del negocio, causando pérdidas estimadas en BRL 2 millones.

El empresario cuenta que el agua llegó rápidamente. En pocas horas, la serrería —construida hacía menos de dos años en una zona considerada segura— fue tomada por la crecida. “Perdimos maquinaria, parte del sistema eléctrico, inventarios. Nos quedamos sin comunicación, sin energía y sin acceso a agua potable durante días”, relata Kelvin. Mientras su casa, ubicada en un punto más alto, salió ilesa, la empresa quedó inoperativa. “Mirábamos por la ventana y solo veíamos un mar de agua. No había nada que hacer sino esperar. Sin poder trabajar, los gastos se acumularon: sueldos de empleados, cuentas fijas y los costos para reparar los equipos. Al principio, no sabíamos cómo seguir”, admite.

La ayuda llegó a través de líneas de crédito de emergencia del Gobierno de Brasil, que según él fueron esenciales para levantar nuevamente el negocio. “Sin ese apoyo, habría sido mucho peor. Poco a poco, la serrería reanudó sus actividades, aunque en una escala reducida”. Kelvin Simonis destaca otro problema crítico: la fuga de trabajadores de la región. “Mucha gente lo perdió todo y se fue. Hoy, empresas de Encantado, Roca Sales y Arroio do Meio tienen dificultades para contratar”. También alerta sobre la necesidad de planificar ante futuras inundaciones. “Estas crecidas ya no son eventos aislados. Necesitamos alertas más eficaces y políticas públicas para evitar que historias como la nuestra se repitan. Los que nos quedamos no podemos rendirnos. Pero es urgente que el poder público y la sociedad se preparen, porque el clima cambió y la próxima vez no habrá aviso”, reflexiona.

Gobierno de Brasil: una respuesta rápida ante desastres salva vidas y acelera la recuperación económica

La actuación inmediata del poder público tras las históricas inundaciones en Rio Grande do Sul evitó una crisis humanitaria y garantizó la reactivación de la economía local. El caso refuerza la importancia de la agilidad gubernamental ante emergencias climáticas. Los daños exigían una respuesta urgente.

El Gobierno federal actuó con rapidez, destinando BRL 111,7 mil millones para la reconstrucción del estado, de los cuales el 80 %, es decir BRL 89 mil millones, se asignaron aún en 2024. El resultado fue más allá de la asistencia humanitaria. El PIB de Rio Grande do Sul creció un 4,9 % el año pasado, superando la media nacional del 3,4 %, en un ejemplo de cómo la rapidez en la gestión de crisis evita colapsos y genera resiliencia.

El presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, durante visita al barrio Passo de Estrela, en Cruzeiro do Sul – Rio Grande do Sul | Foto: Ricardo Stuckert/PR
El presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, durante visita al barrio Passo de Estrela, en Cruzeiro do Sul – Rio Grande do Sul | Foto: Ricardo Stuckert/PR

Tras el desastre, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva visitó las zonas afectadas, acompañado por los presidentes del Senado, la Cámara de los Diputados y el Supremo Tribunal Federal, simbolizando la coordinación entre los tres poderes. Se anunciaron de inmediato medidas de emergencia, como la suspensión de la deuda del estado por 36 meses, liberando BRL 14,4 mil millones para inversiones; un auxilio para reconstrucción de BRL 5.100 para más de 420 mil familias; y la anticipación de beneficios como el Fondo de Garantía por el Tiempo de Servicio (FGTS) y el Impuesto sobre la Renta inyectando BRL 12,6 mil millones en la economía local.

Mientras la Defensa Civil y las Fuerzas Armadas rescataban a 80 mil personas y 15 mil animales, el Gobierno destinó BRL 4,27 mil millones para reconstruir carreteras y aeropuertos, además de BRL 6,9 mil millones en obras de prevención, como diques y estaciones de bombeo. En materia de vivienda, se entregaron 1.850 casas y se iniciaron 24.800 nuevas unidades.

Un estudio sobre inundaciones en Rio Grande do Sul alerta sobre el cambio climático

La combinación de ayuda humanitaria, como las 95 mil toneladas de canastas básicas distribuidas, incentivos económicos por BRL 50,5 mil millones en créditos para empresas y una planificación a largo plazo fue decisiva. Para los expertos, el modelo adoptado debe servir como referencia en un país cada vez más afectado por fenómenos climáticos extremos.

La Agencia Nacional de Aguas (ANA) ha publicado el informe “Las Inundaciones en Rio Grande do Sul – Lecciones, Desafíos y Caminos hacia un Futuro Resiliente”, en el que analiza el mayor desastre natural del estado, ocurrido en 2024. El estudio revela que entre el 35 % y el 40 % de los afectados en la región metropolitana se encontraban en áreas con sistemas de protección deficientes, lo que agravó los daños. El cambio climático duplicó la probabilidad de lluvias intensas, con el fenómeno de El Niño agravando aún más el escenario. Las proyecciones indican que las inundaciones extremas en el sur pueden volverse cinco veces más frecuentes.

Como soluciones, el informe recomienda revisar los criterios de infraestructura, combinar medidas estructurales y no estructurales, como el reasentamiento y la infraestructura verde, y fortalecer el monitoreo y los sistemas de alerta. El levantamiento fue elaborado por integrantes del Grupo Técnico de Asesoramiento para Estudios Hidrológicos y de Seguridad de Infraestructuras de Represas y Protección contra Inundaciones en el Estado de Rio Grande do Sul (GTA RS, por sus siglas en portugués), coordinado por la Agencia Nacional de Aguas (ANA).

Desastre climático en Rio Grande do Sul y la COP30

Los expertos fueron unánimes: el desastre en Rio Grande do Sul fue intensificado por el cambio climático. Fenómenos extremos, como las lluvias récord, junto con los períodos de sequía en el sur de Brasil, dejan claro que la crisis climática no es una amenaza lejana, sino una realidad urgente. La COP30, que se celebrará en noviembre, será un espacio vital para debatir soluciones globales, reforzando la necesidad de políticas efectivas de adaptación y mitigación.

Aún hoy, muchas ciudades del estado intentan reconstruirse. Más allá de las pérdidas materiales, el trauma permanece. Rio Grande do Sul, ubicado en una zona de transición climática, es especialmente vulnerable. Estudios también indican que fenómenos como el del año pasado pueden volverse más comunes si no se reducen las emisiones de carbono y se implementan políticas de adaptación.

Mientras el estado sigue recuperándose, el mundo necesita actuar. La tragedia ha cumplido un año, pero las lecciones aún resuenan. Para los ciudadanos y ciudadanas, mayo de 2024 no fue solo un mes de lluvias e inundaciones: fue un hito en la crisis climática que exige una acción global inmediata que el mundo no puede ignorar.

Versión en español: Trad. Kaique Ortiz.

Revisión: Enrique Villamil.

Vea tambíen

Cargando